En estos momentos estaba escuchando una canción (when were you yong-the killers) que me hizo pensar (si queridos lectores, pienso) mucho de lo que nos pasa a lo largo de los minutos...
Cuando somos niñas (en mi caso porque soy mujer), nuestra imaginación es libre y comenzamos a soñar con mundo mágicos de princesas, príncipes, brujas y otras tantas cosillas que vemos en nuestra mente. Somos tan felices pensando que en cualquier momento llegara el príncipe azul de los cuentos. No tenemos exigencias con las personas, no vemos si nuestro mejor amigo de la infancia tiene el celular de moda o si tiene un I-pod, o si sus tenis son de marca, si su ropa viene de Francia o esas cosas tan superficiales pero que a nuestra edad no dejamos de discutir.
Nuestro mejor amigo es él que nos ayuda a trepar a los arboles y mancharnos las rodillas... sin en cambio hoy nuestro amigo es él que nos paga la ida al antro o los pomos en las fiestas (pomo: dicese de la bebida alcohólica que deja pendejas a las personas).
Al escuchar la canción me imaginaba todos estos escenarios. Pensaba en qué pasaría si nuestra conciencia fuera la misma de esa edad, si nuestras exigencias fueran tan simples como pensar en sí lo que haría de comer mamá nos gustaría.
Todo cambia tan rápido... Pero somos nosotros los que hacemos difíciles las cosas, somos nosotros los que nos estresamos por las clases, por que el novio nos dejo, en fin por un millón de cosas...
Al pasar el tiempo olvidamos en nuestros sueños, encerramos nuestra imaginación, callamos lo que pensamos y, al final de nuestras vidas, morimos con la sensación de que algo nos falto: nos falto vivir esos sueños que encerramos en el fondo de nuestro corazón debajo de nuestros problemas, de nuestras preferencias en la ropa de marca y otras cosas banales.
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